Corría el día 5 de diciembre de 2020. Sábado. Inicio del archi-famoso y archi-deseado “Puente de la Inmaculada y la Constitución” cuando Servidora de todos y todas ustedes se había afilado los colmillos de bien para acometer, en solitario, el ascenso al pico de Las Calmas Alto por su cara Sur aprovechando un par de sendas que se conectan en el Collado de las Calmas, aquél donde habíamos almorzado hacía apenas un mes con una Joven Castora que hoy no me podía acompañar.
Con un día así ¿qué puede salir mal? |
Salí de casa sin madrugar mucho pues hacía buen día y
pretendía volver para comer aunque se me hiciera un poco tarde “total, Nueno
está a 10 minutos”, pensé. Así que una
vez aparcado el vehículo justo donde termina el vallado de la Urbanización de
Guara, comencé a caminar por la pista que sale dirección Oeste, utilizada
habitualmente para aproximarse al camino que lleva a las Gorgas de San
Julián. Camino que pronto encontré a mi
derecha, perfectamente señalizado, al cual me incorporé para abandonarlo en
menos de 1km, fijándome en una pequeña fuente escondida bajo una pequeña encina
tras la cual hay que fijarse bien para ver un pilón que nos indica el camino.
Total, que por allí me metí y, aunque el camino fue empinado
y algo perdedor, pronto me encontré en un precioso alto con la Hoya de Huesca a
mi espalda, el Barranco de las Gorgas de San Julián a mi izquierda y otro
barranco cuyo nombre desconozco a mi derecha.
El paisaje era ideal, la meteo muy agradable y me encontraba eufórica
tras otro mes de confinamiento perimetral.
Pero ¿Se habían dado cuenta ustedes de que, a pesar de que
se había abierto el confinamiento, llevaba unos cuantos meses sin contarles
nada?. Resulta que tras asomarme a la
entrada del descenso del Barranco de San Julián y ya en terreno seguro, seguí
caminando muy atenta a no perder la senda, pero de tanto mirar hacia el collado,
por un momento, me desconcentré y tropecé.
Caí sobre mi pie derecho cuyo tobillo hizo un “crac” que me hizo pensar
en lo que me esperaba si me había hecho daño, así que grité un “mi-er-da” que
se debió oír en toda la Hoya, tanto que yo creo que por eso el día se empezó a
nublar.
Aunque intenté bajar, no pude. No me dolía pero notaba que algo no estaba
bien y, antes de hacerme más daño, llamé a nuestros angelitos de la Guardia
Civil de Montaña que vinieron raudos en su “corcel volador” para llevarme hasta
el hospital donde me confirmaron que me había roto el peroné.
¡Con lo contenta que estaba yo!
Ocho semanas de escayola con su operación de por medio, una placa, cuatro tornillos y un par de meses de rehabilitación han sido el precio de un tonto tropezón que puede tener cualquiera, pero quería contarlo porque aunque ya se les reconoce mucho en el programa de la dos, he de decir que realmente es increíble el pedazo de trabajo que hacen estos Señores y Señoras amables y profesionales que te hacen sentir acompañada en el momento de más soledad y segura en el momento de más miedo. Así que solo me queda decir ¡viva el cuerpo! (y sus cuerpos).
5 comentarios:
¡Hola Pirerne!
Son cosas que pasan sin más. Espero que te recuperes.
¡Gracias Mariano!
Estoy recuperada ya. Estos médicos modernos hacen maravillas con los huesos.
Vaya por dios, lo veo ahora, a la vez que veo tambien tu recuperación.
Tengo que decir pues que ........ finalmente ........ me alegro, aunque hayas pasado algun dolorcillo.
Saludos
¡Gracias Enrique!
Hola Pirene
Vaya, no había leído lo de tu "crack", son cosas que pasan.
Ya veo que te vas recuperando y estás ahí dándole otra vez.
¡¡Animoooo!!
Fer
Publicar un comentario