domingo, 25 de octubre de 2020

Pico Aneto (3.404m) Subida por el Norte, recorriendo el valle de Ballivierna y bajada por el Sur, ruta normal de Los Portillones y el Glaciar

Ya os he contado alguna vez que desde pequeña, soñaba con subir montañas.  Miraba por la ventana del asiento trasero del coche de mis padres siempre hacia el cielo y, si había una montaña, me preguntaba si se podía subir y cómo hacerlo.  Creo que así es como nació en mí el sentimiento del montañismo (sí, he escrito "sentimiento") y hoy voy a alcanzar uno de sus cúlmenes.



Miércoles, 26 de agosto de 2020, día de mi 45 cumpleaños

A las cinco de la mañana estoy con Cuñado y Bonito del Norte, subida en un autobús lleno de montañeros "enmascarillados" que, tras haber salido de Benasque, se dirige a la zona de acampada de Senarta, donde ejecuta una última parada para recoger a un puñado más de montañeros.  Desde aquí, arranca la pista que recorre el Barranco de Vallibierna, miro por la ventanilla y hacia abajo solo aprecio un inmenso vacío nocturno donde seguro debe haber un precioso bosque y el barranco bajando raudo a completar el caudal del Río Esera.  Hacia arriba, el cielo estrellado que tanto disfruto contemplar.  Tras una hora de trayecto por la pista, el autobús se para y enciendo mi frontal para bajar desorientada y medio mareada.  

En estos terrenos, la noche no es para mí, así que me planto a la espalda de cuñado y le sigo como al lucero del alba, que realmente sí está brillando sobre mi cabeza.  Estos primeros metros transcurren por un camino muy amplio aunque empinado, señalizado con las marcas roji-blancas de la GR11 que despido cuando llevo menos de 1 kilómetro caminado pues, ella sigue hacia el Este mientras yo me desvío al Norte adentrándome en el abrupto Valle de Coronas.  Asciendo sin perdón por un empinado pedregal a cuya izquierda, según mi dirección de la marcha, transcurre el Barranco homónimo y sobre el que se descuelga el Ibonet de Coronas posado en su balcón que me sirve para solicitar la primera parada del día  para recomponerme, quitarme el frontal y sonreír a mis compañeros.  Llevamos un excelente paso, acaba de amanecer, he entrado en calor y ya no estoy nerviosa, más bien me encuentro en mi salsa.




Me sitúo otra vez tras Cuñado y, flanqueada por Bonito, continúo por la senda en ascenso y de roca en roca serpenteando por un paisaje precioso de alta montaña.  A mi espalda van asomando el Vallibierna y su compañero Culebras, enfrente y a la izquierda, se yergue el Aragüels.  Oigo alguna voz lejana, lo que me recuerda las palabras de mi sin par JM, que me habló del encanto de este lugar salpicado de vivacs en derredor a los Ibones de Coronas.  Total, que casi sin darme cuenta me encuentro en ese paraje de ensueño, pasando junto a un primer pequeño Ibón donde aquellas voces que oía hace un momento, asoman las cabezas recién despertadas.  De aquí, tras un par de rampas, me da por mirar hacia mi derecha donde una preciosa mole piramidal se yergue desafiante sobre el Ibón Grande de Coronas... Ese es el Aneto que, bello donde los haya, me conquista el corazón a primera vista.




Seguimos un poco más y alcanzamos la orilla del ibón.  Me encuentro muy bien y el paisaje es arrebatador, así que toca una parada para avituallar el cuerpo y revisar la ruta que desde aquí se ve clara.  Mientras como, mis "socios" me hablan en vano, pues yo, embelesada, mastico y fotografío a la par, que todo es empezar.

El camino rodea el ibón dejándolo a la izquierda y luego se introduce en una pedrera zigzagueando cómodamente. Al mirar a la derecha, compruebo que estoy pisando los restos del pequeño Glaciar de Coronas pues aún queda un remanente de lo que debió ser.  Al ganar metros, la pendiente se acentúa y el roquedo se hace más firme, convirtiéndose en grandes bloques que voy sorteando hasta que me enfrento a una canal totalmente vertical sobre la que ya había leído, toca trepar.  Cuñado guía desde delante, Bonito anima desde detrás y yo alucino conmigo misma y lo que estoy disfrutando estos pasos de trepada, como en los viejos tiempos: ágil y concentrada.




De repente, empiezo a temblar y no es miedo sino el viento típico de los collados que, a esta altitud, sopla gélido y desafiante.  Estoy en el Collado de Coronas y otro mundo, algo más conocido, se abre ante mis enamoradísimos ojos, lo cual me anima a continuar.  Aquí están un par de montañeros intentando colocarse los crampones y, ante su dificultad, Cuñado aconseja mientras Bonito y yo nos colocamos los nuestros y sacamos el piolet, equipamiento imprescindible para acometer el siguiente tramo del camino pues aquí toca incorporarse a la ruta normal que viene por el Sur, desde la Besurta, cruzando el Glaciar del Aneto.  

El camino por la nieve dura está muy bien pisado y traza un cómodo flanqueo que llega hasta el pie del hombro Sur-Este del pico, donde finaliza el glaciar.  Cuñado busca un recoveco donde resulte cómodo apoyarse para quitar crampones y guardar los piolets pues ahora, tras una mini-trepada, el camino continúa, sinuoso, ascendiendo por el roquedo hasta la ante-cima del pico.  Diviso por fin la Cruz de la cima casi al alcance de mi mano y por fin conozco (y reconozco) el archi-famoso "Paso de Mahoma".





Solo estar aquí ya sería suficiente para decir que he estado en el Aneto, pero la ansiada cruz está allí al lado y sinceramente, tengo el "día bueno" así que cuando Cuñado pregunta "¿cómo lo ves?", no dudo.  Dejamos las mochilas a resguardo en uno de los vivacs y aprovechamos que no hay gente pasando para encaramarnos al primer paso.  Yo sigo a Cuñado y Bonito me sigue a mí, asegurando los pasos, sin mirar hacia abajo ni hacia arriba... me siento como si bailara con el granito, voy encadenando "posturitas" a ratos trepando y a ratos reptando, como más segura me siento, hasta que en un santiamén, me encuentro en la mismísima cima del Aneto y, por una corta fracción de tiempo, estoy sola con mis socios, sonriendo con las sonrisas más amplias que se habrán visto jamás.  Lo he conseguido por fín.  

Se me aguan los ojos al contemplar la inmensa belleza de este lugar. Es el pico perfecto, con todas sus caras bien definidas y cada una con su geología especial y característica.  Lo primero que me sorprende y hace suspirar es la Cresta del Tempestades, desafiante y perfecta, se desprende hacia el Este.  Al Oeste, la Cresta de los Malditos y las Maladetas coronan el Glaciar, que aún desmejorado por lo avanzado del verano, se mantiene orgulloso, luchando por no desaparecer.  Al Norte, Coronas y Cregüeña.  Al Sur y a nuestros pies, el valle de Barrancs. A lo lejos y alrededor: el mundo.





Estoy tan emocionada que no saco apenas fotos.  Todavía queda volver y en cuanto vemos un hueco sin gente en el Paso de Mahoma, arrancamos raudos el regreso.

Pasamos un rato en la ante-cima almorzando y dando cuenta de un benjamín de cava que nos hemos traído pues la ocasión lo merece.  Una vez recompuestos, arrancamos pedrera abajo hasta el borde del glaciar donde nos sentamos a colocarnos los crampones y sacar los piolets.  Me aseguro de estar bien equipada e intento calmar el nervio que se me ha vuelto a instalar pues desde arriba me ha dado la sensación de que el glaciar está más "pelado" de lo que pensaba.

Para colmo de mis miedos, veo ante mis ojos cómo un zagal resbala "de culos" glaciar abajo sin disponer de herramienta de auto-detención alguna. Por suerte, un pequeño claro rocoso le detiene y se oyen los gritos de sus compañeros... el chaval está "razonablemente" bien (o eso parece).




Tras un primer tramo en claro descenso y tras dejar a la izquierda el Collado de Coronas, la huella traza un flanqueo en dirección Oeste bajo las Maladetas.  Pasamos un pequeño tramo de mi temido "hielo negro", otro tramo de glaciar limpio y de repente nos encontramos con una enorme mancha de hielo más transparente que negro que me hace sufrir lo indecible hasta que Cuñado propone, al reducirse la pendiente, cambiar dirección hacia el Sur pues estamos todavía bastante lejos del Portillón Superior, donde tenemos que llegar.

Llegamos al borde del glaciar y suspiro agradecida.  Me siento sobre una roca y sonrío mientras me quito los crampones y guardo el piolet a la vez que me como el bocata, que ya es hora y aún queda tajo.




Imposible trazar una senda por el terrible caos de roca al que nos enfrentamos.  Primero disfruto deslizándome, en dirección Oeste, por las adherentes placas graníticas de la morrena glaciar.  Pero, cuando ya llevamos dos horas sorteando bloques siguiendo los hitos desperdigados, las rodillas me empiezan a amonestar y el ánimo se va apaciguando a sabiendas de que aún queda mucho trayecto por cumplimentar.  

Me siento un rato a descansar y oigo el silbido de Cuñado que me invita a asomar la cabeza para comprobar que estamos, por fin, a pocos pasos de nuestro muy deseado Portillón Superior, la mejor debilidad de la cresta que se desprende desde las Maladetas.  Venga, ya estoy animada otra vez, aunque Bonito, desde la retaguardia, nos increpa por no haberle avisado que aún quedaba una subida más.  Y no una subida cualquiera, sino una inclinadísima canal, corta pero peleona.




Desde lo alto del Portillón, me siento volar sobre el precioso vacío verde del Valle de Benasque.  A pesar del cansancio y el dolor de una de mis malogradas rodillas, la belleza de estas montañas es soberbia y el pensar en lo a gusto que voy a cenar y a dormir hoy, me anima a continuar.  

La bajada es tremendamente abrupta así que doy pasos lentos y seguros.  Bonito me sigue, cansado y callado.  Cuñado, con su agilidad, se adelanta y espera, paciente, a que lo alcancemos cada vez.  Y así, estirando y recogiendo, sacando fuerzas y ánimo del depósito de mi amor por la montaña, llego al Refugio de la Renclusa y lo dejo a mi derecha pues el camino continúa, ahora amplio, cómodo y transitado por turistas que nos miran con admiración.  Admitiré que me gusta esa sensación y con ella, alcanzo a cuñado en el paraje de la Besurta donde disfruto la espera del autobús dando cuenta de una deliciosa, refrescante y bien merecida cerveza.  




Subir a un tresmil no es tontería y por lo tanto, subir al Aneto, menos.  No se confíen, quienes me lean, del sentimiento derrochado en mis palabras y fíense, sin embargo, de las normas y consejos de quienes saben de esto.  Recomiendo esta guía: http://www.montanasegura.com/guias/aneto/index.html.




AQUI el track

Desnivel: 1.540m

Distancia: 14kms.

Tiempo invertido: 11h





Quiero recalcar e insistir en dos cuestiones que me parecen básicas para un ascenso seguro al Aneto: 

1º) Entrenamiento: hay que estar acostumbrado a subir montes y al ambiente de alta montaña pero no solo eso, hay que estar en forma pues aunque estemos acostumbrados a cubrir desniveles o distancias largas, muchos tramos del camino requieren destreza o técnica.

2º) Equipamiento: botas de montaña (NO zapatillas), crampones y piolet resultan imprescindibles para una progresión segura y cómoda.  El asunto de las zapatillas no es ninguna broma, si no eres Kilian Jornet, haz el favor y utiliza botas... lo agradecerás.  La mayoría de accidentes se producen por resbalones en el glaciar por no llevar el calzado y/o equipo adecuados.  De hecho, el chaval que vimos caer iba en zapatillas.



Como último añadido, es importante también revisar el material en casa y al empezar a andar.  Me sorprendió la cantidad de gente que iba con botas o mochilas que se les habían estropeado o roto por el camino.

jueves, 15 de octubre de 2020

Pico Catieras (2.604m)

 23 de agosto de 2020


Aquí la cuestión es no parar, así que tras las vacaciones (GR11 incluida), aprovecho el finde para dar la tabarra a mis amigos montañeses para que me saquen de paseo y, tras dar unas cuantas vueltas a los mapas, decidimos irnos al Pico Catieras.  Recóndito donde los haya, es uno de los picos que envuelven la cuenca del Ibón de Catieras, lugar que hasta ahora era poco frecuentado por su lejanía pero que hoy día, gracias al "Tren de los Sarrios" que recorre la pista de Boltáica, ya empieza a recibir alguna visita, pero pocas.

Verano en el Ibón de Catieras

Hemos quedado Pol, Kankel y Servidora, primero en Sabiñánigo y luego en Biescas desde donde continuamos por la carretera dirección Francia para desviarnos a Panticosa y aparcar junto a las instalaciones del telecabina de las pistas de esquí.

Arrancamos a caminar cruzando el río por el puente y girando inmediatamente a la izquierda para pasar tras el telecabina y adentrarnos en la senda PR-HU95 que transita por un agradable bosque mixto, cruza el río Boltáica por otro puente y continúa dejándolo a la izquierda, siempre dirección Este y en suave pero continuo ascenso hasta volver al cruzar el río y encontrarnos sobre la pista, por la que continuamos a nuestra izquierda, dirección Oeste, hasta encontrar el desvío señalizado hacia "Yenefrito" e "Ibón de Catieras".


Vistaza de la Sierra de la Partacua desde un claro en el camino

Nos desviamos a nuestra derecha para continuar por la senda que asciende decididamente hacia el Dedo de Yenefrito que queda a nuestra izquierda según alcanzamos su Collado, desde aquí, continuamos hasta las inmediaciones del Refugio de Yenefrito situado en un alto a a nuestra izquierda.  La senda se desdibuja un poco pero continuamos, para lo que nos orientamos hacia el Barranco Laulot que está a nuestra izquierda para ubicarnos paralelos a él, ya otra vez en la senda bien definida, que nos dirige a cruzarlo y encarar una empinada ladera herbosa seguida de un pedregal que nos ubica de nuevo paralelos al barranco cuyo curso seguimos hasta la orilla del Ibón de Catieras.

El peculiar Dedo de Yenefrito parece señalar al sol

Ibón de Catieras aguas abajo

Continuamos ahora dejando el ibón a nuestra derecha para seguir los hitos que nos transportan, sin senda definida, por un pedregal, hacia el fondo del circo donde giramos a nuestra izquierda para seguir ganando altitud y encarar una amplia y sencilla canal que nos lleva hasta el collado que separa nuestro objetivo del Pico Baldairán.  Aquí, tras identificar algunas cumbres muy cercanas desde una perspectiva diferente, giramos a la izquierda para seguir la arista muy pedregosa hasta un alto intermedio entre las dos cotas que conforman el Pico Catieras, de 2.603 y 2.604 respectivamente.  Hacemos las correspondientes fotografías y observamos el terreno para encontrar un posible descenso alternativo hasta el ibón.

Con el Pico a la vista, ascendemos por la canal de la derecha

Diferente perspectiva de los grandes de Panticosa

El Baldairán se lleva la mejor vista, con el Vignemale justo detrás

El Pico Escuellas en primer plano parece fundirse con Tendeñera 

Descendemos por la ladera Sur, campo a través, observando los cortados de nuestra izquierda en busca de una debilidad que hemos observado desde arriba.  Al encontrarla, giramos por la izquierda para continuar dirección Este siguiendo algún punto de pintura azul que poco a poco, sin senda evidente, nos regresa a la orilla del ibón, donde nos espera Pol, que ha subido al Pico Ferreras.  Comemos, ponemos los pies en remojo y aprovechamos la bondad del día para descansar antes de continuar el largo descenso.

En amarillo el camino de subida, en naranja el de bajada

Las marcas azules nos orientan durante la bajada



Ahí se queda el Catieras

Descendemos raudos pues ya conocemos el camino, pero, unos metros antes del Cuello de Yenefrito, nos desviamos ladera abajo a nuestra derecha en busca de una antigua mina que se conoce Pol y, después de echar un vistazo, continuamos sin volver a la senda principal, por otro sendero que transcurre bajo la falda Norte del Dedo de Yenefrito con el Barranco Laulot a nuestra derecha.  Al poco, retomamos el camino por el que hemos subido esta mañana y ya solo nos queda desandar nuestros pasos hasta el coche.  Por supuesto, antes de marchar, caen sus correspondientes cervezas del triunfo, que nos hemos metido un señor sobo.

El dedo y Panticosa, próximos destinos

Las minas de Yenefrito proveían plomo y Cinc


Larga, solitaria y dura ascensión, solo apta para cuerpos preparados.  Reseñable la vista de los picos del Balneario de Panticosa desde una perspectiva diferente.  




AQUI el track

Desnivel: 1.570m

Distancia: 22km

Tiempo invertido: 9 horas


martes, 29 de septiembre de 2020

GR11 del Mediterráneo al Cantábrico. Etapa 15: Encamp - Arans


14 de agosto de 2020

Sabemos que hoy nos toca una etapa dura, así que desayunamos bien a gusto y descansamos un poquito para hacer la digestión antes de iniciar nuestra última etapa de este cuarto período de nuestro periplo por la GR11 a nuestra manera.

La Ermita de Sant Roman de Les Bones parece bendecirnos al iniciar la etapa de hoy

Arrancamos a caminar atravesando Encamp, dirección Norte en busca de la Ermita de San Román.  Al llegar a ella, hacemos un par de fotos tanto a la Ermita como a la torre derruida por la que pasamos al retomar la GR11 y sus marcas roji-blancas.  Enseguida retomamos la dirección Este, a nuestra izquierda y afrontamos una penosa cuesta con el sol dándonos de lleno en los cogotes.  En apenas tres kilómetros, hemos ascendido unos quinientos metros de desnivel y la pendiente nos da algo de tregua mientras cambiamos de tercio y nos adentramos en un encantador bosque de pino.

Los primeros kilómetros transcurren por un secarral infernal 

Vistazo a las Bordas de Montalan




Continuamos camino disfrutando de la sombra del bosque protector y ascendemos poco a poco hasta alcanzar un claro donde estos días se asienta un campamento Scout que hace mis delicias recordando mis tiempos de Guía Menor allá en el Claret31 Caraqueño.  Atravesamos las instalaciones con sus pequeños puentes de madera y su pórtico (que deja mucho que desear, si vieras lo que hacíamos nosotras...).  Total, que dejando el campamento a nuestra espalda, giramos a la izquierda y volvemos a enfrentar una última rampa que nos deposita en el Collado de Ordino desde el que disfrutamos de las vistas 360º.


Zoom al Comapedrosa, el techo de Andorra

Riéndonos de nosotros mismos por aquello de llegar andando a sitios donde se puede llegar en coche, cruzamos la carretera para adentrarnos de nuevo en el bosque que ya no abandonaremos durante el resto del día.  Descendemos "sin perdón" por una cómoda pista que finaliza en un encantador merendero situado en derredor a una balsa alimentada por el Barranco Aude que no se me ocurre fotografiar, a pesar de pasar aquí un buen rato comiendo, que ya es hora y llevamos la mitad de la etapa de hoy finiquitada.

Alimentados y encantados, nos lanzamos senda abajo siguiendo las indicaciones que parten frente a la balsa.  El descenso no da tregua siguiendo el cauce del Barranco L'Astrel que llega hasta Ordino y se une al Barranco de Casamanya que cruzamos utilizando un coqueto puente tras el que iniciamos otro abrupto ascenso que nos sirve de preludio para un vaivén de cuestas tanto en ascenso como en descenso que ponen a prueba nuestra paciencia hasta que al fin, casi sin darnos cuenta, nos encontramos con un puente y una curiosa mini-cascada que nos dan paso a la localidad de La Cortinada, donde nos situamos paralelos al Río Valira que queda a nuestra izquierda mientras recorremos los últimos kilómetros que, por carretera, nos llevan hasta el puente que, a nuestra izquierda, nos interna en Arans y su parada de autobús donde finalizamos la etapa de hoy.


Ordino a nuestros pies



Tras cruzar el puente sobre el río Valira, a nuestra derecha observamos nuestro futuro, hacia allí nos llevará la GR11 cuando volvamos el próximo año (Covid19 mediante, claro)

Dura etapa con un inicio muy a considerar pues se cubren 700 metros de desnivel en apenas 4 kilómetros.  Por lo demás, sin grandes dificultades técnicas y tal como nos tiene acostumbrados esta senda transpirenaica, bella en cada rincón.  Para cuerpos entrenados.


AQUI el track

Desnivel: 1.300m

Distancia: 16km

Tiempo invertido: 6h30min